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Disidencia sexual en la poesía mexicana: tres poetas jóvenes.

Updated: Oct 20, 2021

Texto: Sara Andraca


Somos las fieras en el aroma de la noche



En la historia de las artes, las mujeres hemos padecido una doble invisibilidad: por un lado, hemos sido sistemáticamente excluidas de las esferas dedicadas a la enseñanza y práctica del arte, permitiendo a solo unas cuantas “privilegiadas” el acceso a este conocimiento. Por otro lado, las mujeres creadoras carecemos de espacios para exponer nuestras obras, poco se habla de nuestro trabajo en la historia y es subestimado constantemente nuestro talento.

En las carreras de letras, los temarios incluyen a muy pocas autoras, y en la poesía encontramos un hueco enorme cuando se trata de hablar especialmente de aquella escrita por mujeres que navegan, resisten y crean desde la disidencia sexogénerica.


En México, la poesía tiene un puesto grande e importante, respetado y practicado desde tiempos prehispánicos hasta nuestros días, sin embargo su lectura continua reservada a una élite cultural y a las clases socialmente favorecidas, esencialmente misóginas y homofóbicas, por lo que la homosexualidad no fue tratada salvo de manera ridícula, censurada o pervertida; no fue sino hasta la década de 1960, con la revolución sexual, que el tema fue explorado de forma más abierta, humana y profunda.


En este contexto, las mujeres lesbianas sufren una doble discriminación: por género y por preferencia sexoafectiva. Sumando la invisibilidad artística ya mencionada, nos encontramos con que las obras que tratan de la homosexualidad retratan predominantemente la experiencia masculina. Ni hablar siquiera de transexualidad, cuya visibilidad en las artes y medios de comunicación sigue siendo relativamente novedosa.


Aunque la poesía lésbica mexicana representa una buena parte del género en lengua castellana, su visibilidad en medios y academias sigue siendo escasa. Ahora, hablar de las voces trans es aún más difícil, pues poco de ellas ha sido documentado, teniendo como registro de fácil acceso solo la autopublicación que la expansión de las redes en las últimas dos décadas ha permitido. Son las publicaciones autogestivas que circulan en internet y los fanzines los principales formatos para esta literatura, pues desafían al canón y vencen el obstáculo que significan las editoriales, las cuales no publican a suficientes mujeres y, además, tienden a restarle valor a la ars poética de la disidencia sexogenérica por considerarla mucho más política que estética.


Es verdad que escribir desde la condición “mujer”, a partir del vacío metafísico al que la condena la violencia sistemática que contra ella se ejerce, es reafirmarse como sujeto político, pero también es cierto que la poesía femenina se distingue por temáticas fuera del canon literario, como lo anecdótico, la periferia constante, el cuerpo, el mundo interno, lo privado, la violencia, el detalle o lo cotidiano. Al mismo tiempo, es una catarsis, por lo que claramente no podemos subestimar su intención y valor estéticos.


Es por esto que en este mes de la visibilidad lgbtttiq+ es tan importante preguntarse: ¿hay poetas lesbianas y transgénero en mi país, en mi comunidad? ¿a cuántas conozco? ¿Por qué no las leemos en las escuelas? Empezar por cuestionarse lo que consumimos como sujetos culturales es un buen paso para impedir seguir siendo borradas de la historia del arte

Bleep!: laboratorio de creadoras mexicanas, un proyecto que busca promover la literatura expandida y el arte digital entre mujeres y personas no binarias jóvenes en México, hace esta selección para Vigilance con motivo de celebrar nuestro orgullo de ser diferentes; te presentamos a tres poetas jóvenes mexicanas, que como flores creciendo en tierras hostiles, han llevado su poesía de la mano con el activismo en pro de los derechos de las comunidades lésbica, trans y muxe, respectivamente: Yolanda Segura, Lía García (la Novia Sirena) y Elvis Guerra.


YOLANDA SEGURA (Querétaro, 1989)


Escritora, poeta, activista y profesora, cofundadora del festival Slam Poético Queretano. Su primer poemario se titula O reguero de hormigas (2016)​, y su libro Per/so/na (2019) es ganador del Concurso Nacional de Poesía Joven “Francisco Cervantes Vidal" 2017; en éste podemos encontrar fragmentos muy críticos hacia la condición de los derechos humanos, como: “En tanto personas somos depositarias de obligaciones, pero no necesariamente con derechos”. Yolanda posee una particular forma de escribir, a veces mezcla distintas voces poéticas para darle más de una dimensión al poema, como si hubiera otra voz hablando al fondo de nuestro cerebro. Al mismo tiempo, es precisa y utiliza un lenguaje cotidiano, a veces casi de narradora, de ensayista, pero sin dejar de jugar con el ritmo y la parte visual de la poesía.



desde los inicios de la democracia

es destino y facultad de las personas

ser representadas por otras personas

[sin embargo, no todas las personas

están autorizadas para ser representantes]:


dicen los que saben que esto no es

una jerarquía sino un orden

no es un privilegio sino una

responsabilidad:


que ser persona conlleva una serie

de cargas sobre la espalda. [1]

(fragmento)




LÍA GARCÍA (CDMX, 1989)


“La novia sirena” es una mujer transgénero que juega con la transdiciplina en su obra: performer, poeta, pedagoga, activista feminista, defensora de los derechos humanos de las personas transgénero mexicanas y cofundadora de la Red de Juventudes Trans México. Su trabajo se ha presentado en el Octubre Trans Barcelona, en la Universidad de las Artes de Berlín, Universidad de Chile, El Galpón Perú y la Universidad de Texas en Austin.

Su proyecto pedagógico-artístico Encuentros afectivos consta de tres partes: “Puede besar a la novia”, “Mis XXy años” y “Voz en construcción”. Esta última sección es la pieza más poética del proyecto, pues se centra en el tema de las políticas de la voz y su construcción en personas transgénero; usa el arquetipo de la sirena y el mito en la Odisea para hablar del canto prohibido, una metáfora de la voz y sus efectos en el espacio público como hecho de visibilización política. En sus poemas podemos encontrar mucho de la narración, y a menudo encontramos lo que ella llama “ternura radical”, a la que propone como lo “efectivo de lo afectivo”, una forma de transformación a partir de la digna vulnerabilidad.


-Eje 1 norte, Avenida Alzate-

(Poema basado en eventos reales)


Anoche la cucaracha rojiza pudo haber escapado ante la inmensidad de dos cuerpos que caminábamos por las calles solitarias de una madrugada citadina. 2:30 a.m.


…Pero la cucaracha renunció a su astuciante escape a velocidad y me volvió a mirar.

Se acercó. Sigilosa y valiente.

Así como lo que yo un día soñaba ser

Sin poder o poder ser.


El niñx que tomaba mi mano en aquel andar nocturno y solitario de dos cuerpos que se aman a contracorriente y transitan,

dijo en mi oído mientras su palma acompañaba la mía,

que la cucaracha me estaba besando mi pie...


Sonreímos por aquel encuentro entre dos mundos que buscan convertir el asco en cariñosas ranuras de nacientes posibilidades


Y es que, las cucarachas que huelen la honestidad radical y la poca vergüenza de un amor tan contestatario como ellas

Se acercan a lo que podría ser su propio final, y lo tocan,

Mueven sus patitas a su miedo más temible

Y lo hacen con ternura.


Un pie.


Si algo te asusta, ve y tócalo con ternura

con mucha ternura.


El monstruo no es la obra maestra del miedo.[2]





ELVIS GUERRA (Juchitán de Zaragoza, 1993)


Poeta, traductora, artesana y abogada indígena muxe [3], ha publicado los libros “Xtiidxa’ ni ze’/Declaración de ausencia” (2018) y “Ramonera” (2019), en los cuales propone un acercamiento a sexualidades periféricas y denuncia abiertamente la violencia que el patriarcado ejerce sobre las mujeres y las muxe’. En 2015 le otorgaron el premio CaSa Creación Literaria en Lengua Zapoteca en la modalidad de poesía y disfrutó de la beca del Fondo Nacional para las Culturas y las Artes FONCA 2016-2017. Escribe en su lengua materna, el zapoteco, y autotraduce su obra al español. Su poesía es cruda, no nos perdona el detalle en las emociones que retrata, pero esa fiereza se desenvuelve rítmicamente y desemboca en sentencias climáticas, como en el siguiente ejemplo:



Ni ruzee ruaa ti muxe’ Gunaxhiee naa xieelade’, nalaga, biaaxha’ guendabinnidxaapa’ lu ti daa, gasti’ balaana’ ne gasti’ guie’ xañee. Gunaxhiee naa renda’ ti bizuudi’ reza. Gunaxhiee naa bi’cu’, muxe’, ti bandá’, cadi ti dxido’. Gunaxhiee naa zitu ra zuhuaa gubidxa. Gunaxhiee naa nabiidi’ lade’ ndaani’ ti yu’du’ ra laca naa naca’ xpidua’ya’, gunaxhiee naa ne qui nutuí di’ lua’, gunaxhiee naa dxi guládxi bixhoze naa ra lidxi, dxi guiruti’ nudxibaluná’ xtiidxa’, dxi ca xhamigua’ nacheepa’ lu ca’, ne ca biche’ narucu ná’ ca’. Gunaxhiee naa guira guendaxheela’ ra biyaa neca ni tobi cadi xtinne’. Gunaxhiee naa dxi nguiuu nuaania’ bidii deche naa nezalú xheela’. Gunaxhiee naa dxi la’ya’ Carolina, dxi nuaa gaca ti gubeedxe’ ruunda’, gunaxhiee naa ti qui gacananaladxe’ guiruti’. Gunaxhiee naa dxi napa’ xhoopa’ iza ne bicaa cabe naa gudxite’ tapu’. Gunaxhiee naa dxi ratania’ ti binnigola napa xtale iza. Gunaxhiee naa dxi ribi’xhi’ ladxidua’ya’ gadxe ruaa ti nguiiu riguixe guiziide’. Gunaxhiee naa cayete’ lu ti carru cadi xtinne’. Gunaxhiee naa dxido’ ti pa guinie’ ni gadxé si niree ni naa. Gunaxhiee naa nguiiu, nado’, natuí lu. Gunaxhiee naa dxa’ bi yanne’, bininá cabe naa, dxi guyuaa ti yaga zundi’. Gunaxhiee naa napa ti guendahuará. Gunaxhiee naa cayuunda’ ndaani’ lidxi nisa dxu’ni’. Gunaxhiee naa dxi cadi die’ lua’. Gunaxhiee naa necape’ qui ñuu nguiiu ñanaxhii naa.


Letanía para una muxe' Me quise desnuda, hueca, desvirgada en un catre, sin honor ni flores a mis pies. Me quise envuelta en un vestido roto. Me quise perra, jota, h, pero nunca muda. Me quise lejos del sol. Me quise sucia en una iglesia donde yo misma era mi Dios, me quise sin pena, me quise cuando mi padre me corrió de casa, cuando nadie supo defenderme, cuando mis amigos estaban ciegos y mis hermanos eran mancos. Me quise en todas las bodas que bailé, aunque ninguna fuera mía. Me quise cuando mi amante me negaba frente a su esposa. Me quise cuando me llamaba Carolina, cuando quería ser cantante, me quise para no odiar a nadie. Me quise cuando tenía seis años y me obligaron a jugar fútbol. Me quise cuando me acostaba con un viejo de cincuenta y ocho años. Me quise cuando me daba asco besar a un hombre que me pagaba la escuela. Me quise bajando de un coche que no era mío. Me quise en silencio, porque gritarlo era un peligro. Me quise viril, inocente, tímida. Me quise soberbia, golpeada, goleada, para no decir cogida. Me quise con VPH. Me quise en una cantina cantando el último trago. Me quise sin maquillaje. Me quise por encima de todos los hombres que no me quisieron. [4]




 

Notas:


[1] Yolanda Segura, persona, México, Almadía/Universidad Autónoma de Aguascalientes, 2019, p. 96.


[2] Poema extraído de “Inhóspita seducción” III


[3] La palabra “muxe’” es la reinterpretación en zapoteco de “mujer” y su origen se remonta al siglo XVI5. Muxe’ es el término con el que se nombran a todos aquellos cuerpos del Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, que nacen con pene, pero que renuncian al rol masculino y a su poder simbólico para abrazar una identidad de género distinta a la dominante. Una peculiaridad que diferencia esta realidad de otras identidades periféricas es la “aceptación” social y la institucionalización de los muxe’ en el mundo indígena de México casi como un tercer género, aunque sigue vinculado a un contexto heterosexista que rechaza a los cuerpos no binarios. (Miano, Gays, 187).


[4] Revista Letral, n.º 24, 2020, ISSN 1989-3302.



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